En el año 2018 Javier Juárez y Nora Botero fueron galardonados con el Premio Francisca de Pedraza contra la Violencia de Género. Ambos son docentes de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Medellín, en Colombia; y destacan por su labor en la enseñanza y el periodismo en defensa de los derechos humanos.
En este caso, su trabajo como investigadores y su actuación periodística contra la violencia que sufren las mujeres en Latinoamérica les llevó a recibir el Premio Francisca de Pedraza ¿Qué significó para ustedes recibir este reconocimiento?
Recibir el III Premio Francisca de Pedraza contra la violencia de género, aparte de ser un gran honor, significó un reto para nosotros, aún mayor del asumido hasta el momento, toda vez que nos insta a continuar trabajando de manera más constante y fuerte por la equidad de género, donde la meta principal, sea erradicar la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus formas. Este reconocimiento refuerza nuestro compromiso por cubrir desde la investigación y la docencia los diferentes ámbitos en que los que puedan transformar las estructuras sexistas que propician las desigualdades y nos da fuerzas para seguir trabajando en aras de lograr unas nuevas interacciones entre las personas en pos del respeto y la alteridad como soportes para alcanzar el añorado anhelo de una sociedad más justa, donde todas y todos tengamos cabida.
Existe un riesgo en la investigación y el periodismo que visibiliza y denuncia las redes de complicidades patriarcales que sostienen la violencia, el feminicidio, la trata de personas o cualquier forma de violencia de género. ¿Por qué merece la pena para ustedes correr dicho riesgo?
Tanto el periodismo como la docencia son vocacionales. No son solo profesiones sin más, son formas de entender que la vida implica un compromiso por construir una sociedad más justa a través de la palabra, mediante la investigación. No es solo que merezca la pena trabajar por ello, es que es una obligación moral y ética para con la sociedad. Democracia es libertad, pero sin igualdad jamás podremos hablar de libertad y, consecuentemente, tampoco de democracia. Creemos que visibilizar y nombrar estas realidades es el primer paso para combatirlas y erradicarlas, y no hay mejor manera que hacerlo que desde la palabra y los argumentos, no hay instrumento de construcción más potente que la educación, y es un honor poder trabajar cada día para construir una sociedad más justa, libre y feminista.
Ustedes llevan años educando en la Universidad ¿Cómo perciben a las generaciones más jóvenes en la lucha contra el machismo y la violencia de género? ¿Consideran que en los últimos años está habiendo una mayor implicación?
A pesar de la diferencia generacional que en ocasiones nos puede distanciar de lo que consideramos que deben hacer los jóvenes o cómo deben actuar frente a una situación determinada, vemos, con cierta satisfacción y esperanza, que parte de la juventud está despertando de ese letargo en que el sistema patriarcal nos adormece a través de los medios de comunicación. Hoy vemos avances importantes entre los jóvenes de ambos sexos, capaces de reivindicar y vivir su identidad y luchar por hacerla respetar, pero también observamos con preocupación los “contra oleajes” cada vez más potentes y agresivos, a estos avances. Aunque falta mucho camino por recorrer, especialmente con las y los jóvenes, hay datos para la esperanza, pero también para la preocupación y la seguridad de que estamos en un momento complicado donde no se puede bajar la guardia.
¿De qué manera considera que las universidades podrían colaborar para fomentar la lucha contra la violencia de género?
La universidad, por su carácter transformador de la realidad, tiene un papel clave y preponderante en la lucha contra la violencia de género, toda vez que es la llamada, mediante la investigación y la docencia, a abrir espacios de discusión y reflexión que lleven a entender los mecanismos que utiliza el sistema patriarcal para aplicar sus dispositivos, en gran medida implícitos, que llevan a perpetuar las estructuras de desigualdad entre los géneros. Siendo, además, la Universidad un espacio eminentemente para la formación de los y las jóvenes, hace de ella el espacio propició para enfrentar y develar las estructuras sexistas y machistas que navegan por nuestras culturas y que nos llevan a repetir esquemas, en la gran mayoría de las veces de manera inconscientes, que propician las desigualdades, y por ende, la violencia contra las mujeres.
¿Creen que es necesario que dentro de las Universidades haya unidades de igualdad, observatorios de violencia y herramientas como los planes de igualdad para trabajar de forma transversal en materia de igualdad en el ámbito académico?
La creación de espacios para garantizar la igualdad y la equidad es fundamental y no sólo en España, donde, además, la Ley de 2004 apunta a este aspecto. Casi dos décadas después la formación en género en las universidades sigue siendo, en la mayoría de los casos, una asignatura pendiente. Es fundamental implementar planes y unidades de igualdad que garanticen este aspecto y marquen el camino para la transformación real y pasar de una igualdad legal a una igualdad efectiva.
Nora Botero, con su labor investigadora ha ayudado a visibilizar la lucha feminista y ha dado voz a cientos de mujeres borradas de la historia. Tanto para usted, como para la lucha contra la violencia de género: ¿Cuál es siguiente paso?
Seguir en pie de lucha, no bajar la guardia, continuar investigando y formado a jóvenes conscientes de su realidad y su entorno, capaces de intervenirlo políticamente de manera efectiva, logrando con ello, cambios a corto y mediano plazo. Cada joven formado con enfoque de género es una ventana que se abre a una realidad con mujeres y hombres en equidad de trato, de salarios, de trabajo doméstico, de crianza de los niños, de oportunidades de empleo, de desarrollo personal, de participación política. Cada joven formado con enfoque de género es una mujer menos maltratada o muerta a manos de un machista. Es una labor, que, si se nos antoja, es algo lenta, pero contundente y transformadora de estructuras, que es lo que se requiere para superar los altos índices de violencia contra las mujeres.
Javier Juárez, han pasado más de nueve años desde que publicase su libro “Desaparecidas en Ciudad Juárez”, ¿Qué balance haría de la situación actual? ¿Cree que estamos avanzando en la lucha contra el feminicidio?
Me gustaría mandar un mensaje positivo y de cambios estructurales, pero estaría mintiendo. El presente es tremendamente complejo y debemos ser conscientes de ello. Para afrontar la pandemia del machismo debemos hacer un diagnóstico acertado y creo que ese análisis arroja datos para la preocupación y el reforzamiento de las posiciones. El machismo no ha muerto, simplemente ha mutado como señala acertadamente Miguel Lorente, y ha normalizado la desigualdad y la violencia. Indudablemente que se han conseguido logros legales, pero debemos repensar como conseguir que esos cambios legales se reflejen en unos cambios reales en la sociedad y para ellos es fundamental replantear muchos aspectos.
¿Qué mensaje les gustaría mandar a las mujeres que sufren violencia de género?
Que por lo menos desde nuestra capacidad de incidencia, no está sola, pero que necesitamos y ella misma lo necesita, que denuncie, que no se calle, que hay mecanismos y espacios para denunciar, pues su silencio es la principal arma que tiene el machista para validar su absurda violencia. También decirle que, aunque parece complicado, fuera de ese círculo hay salidas, hay oportunidades, hay formas de vivir libre, que no se crea ese discurso de que tiene poca valía, pues por el solo hecho de ser un ser humano, es la más valiosa del mundo y se merece una vida tranquila y feliz, que si se lo merece.
Entrevistadora: Selena Ruiz Mínguez